jueves, 4 de marzo de 2010

Los presuntos esbirros

Decidimos entrar a la autopista en Plaza Venezuela, a pesar que había visto una tranca de cierta importancia en la dirección Este. Encontramos al Cabezón Allende cuando damos la vuelta para entrar definitivamente en la vía. Tiene una bandera de Venezuela pegada en la mano, como esas que hacen los chamos del colegio.

En efecto, el tráfico está duro, no totalmente trancado, pero sí muy lento. Hablamos del calor, del oficio del emprendedor, de que mi carro tampoco tiene aire, etc. Es cuando el ruido de una moto y las señales de su copiloto, atraen nuestra atención.
Avanzando por la vía, pero detenidos con respecto a a nosotros, nos manotean. Quieren que nos movamos hacia la derecha, que les hagamos más espacio. De pronto el ruido aumenta, y son muchos. Entendemos. Es el entierro de un motorizado. No es un motorizado cualquiera. Hay una gran caravana acompañándolo.

En casi todas las motos contamos dos o tres ocupantes. Los motorizados en las zonas exteriores mantienen agresivamente la integridad de ese terreno móvil. En el centro va la carroza, que ya nos ha alcanzado. Es una imagen deprimente. Mientras avanzan zigzagueando y nosotros mantenemos distancia prudente, notamos como los pasajeros de las motos comparten el licor fuerte de las botellas que llevan. Un par de motos, una de policía y otra de Guardia Nacional, pasan entre el cortejo y los carros de la cola ignorando el espectáculo. Los del cortejo son los dueños del lugar.

Sabemos de los casos recientes en que cortejos similares a este han detenido el tráfico para asaltar a los carros que quedan atrapados, haciendo una especie de homenaje póstumo a su colega. Vamos a la defensiva, manteniendo distancia, pero no mucha. Medimos constantemente los espacios para huir en caso de una emboscada. Por otro lado, sabemos que habrá ese peligro sólo cuando el muerto ha sido un delincuente.

Pero este parece ser el caso. La conducta agresiva de los primeros, que nos ordenaron hacerles un lugar, es complementada ahora por la del líder del grupo. Siendo uno de los pocos que viaja solo, se dedica a levantar la moto, haciendo prolongados caballitos, un display de malandro bastante típico.

Este tipo de situaciones nos hacen reflexionar sobre la precisión de las palabras y la necesidad de darle buen nombre a las cosas. Debe haber una definición nueva para nuevas formas de guerra civil, guerrilla, fuerza de ocupación; y, como no, de dictadura. ¿Será correcto hablar de un estilo de cuarta generación? Por otro lado, este es ese tipo de momentos en que se nos hace evidente la existencia de un para-estado en Venezuela, que pretende crecer y devorarnos dentro de él. Un proyecto tipo blitzkrieg, que comienza tomando el poder central, para desmontar de facto el resto del estado.

Hemos llegado a la desviación, nosotros tomamos hacia La Trinidad. Ellos, los presuntos esbirros, continúan hacia Altamira. Poco a poco vamos retomando nuestra conversación sobre la forma en que nuestros negocios van a salir adelante, hojas de cálculo, contabilidad, flujos de caja, inventario, etc. Como habitantes de una ciudad invadida, luchamos por poner algún orden ad hoc en nuestra vida.

1 comentario:

José dijo...

Encontramos en el periódico una reseña más sobre esta práctica:

El Universal: Salsa, robos y tiros para rendir tributo (23-5-2010)