viernes, 28 de mayo de 2010

De marchas universitarias mal convocadas

El día de ayer ocurrió una marcha universitaria, bajo la consigna de defender la Universidad. La asistencia a dicho evento fue moderada, para no decir pésima. Queremos referirnos muy brevemente a la posible razón de este fracaso de convocatoria.

Hoy en día existe un gran malestar en los profesores universitarios. En orden de importancia están los pésimos sueldos que se ganan en el sector y la situación de tensión constante con la parte más radical del ejecutivo, encabezada por el Presidente.

En la Universidad hacen vida más personas que los profesores. Están los estudiantes, el personal administrativo y obrero. De esta parte los estudiantes son los que menos sufren, por no tener sueldos. Sin embargo, se sienten involucrados en la discusión de ingreso universitario, autonomía, calidad, etc; pues sienten que los afecta directamente. Todavía recuerda un servidor, los tristes días de la década de los noventa, cuando la gratuitidad de las Universidades dependientes del Estado llegó a estar en discusión.

El personal administrativo y obrero coincide en el malestar por los sueldos. Sin embargo, la discusión de autonomía, ingreso o calidad; la verdad no les preocupa demasiado. Al contrario, pueden llegar a tener opiniones radicalmente opuestas a las de los profesores y estudiantes. La raíz de este problema está en la conformación del gobierno universitario y la definición de comunidad universitaria.

Se ha entendido que la comunidad universitaria la conforman los profesores y los estudiantes. ¿Porqué están los estudiantes? La respuesta está en la forma en que se conformaron las primeras universidades europeas, como comunidades de profesores y estudiantes.

Esta situación, de no formar parte de la comunidad, parece disgustar al personal administrativo (sobretodo) y obrero (no tanto), pero la razón no es que estos quieran formar parte activa de la toma de decisiones. Se trata de nuevo de los sueldos malos. En el proceso de deterioro general de los mismos, administrativos y obreros han sufrido más. La razón inconfesable del malestar estriba en creer que el gobierno universitario a conspirado en este deterioro. Y en la idea, equivocada por demás, que formando parte del gobierno universitario lograrán mejoras inmediatas.

Hoy en día los puentes están rotos, pero nos atrevemos a garantizar que si las condiciones laborales mejoran de forma apreciable, el cisma en cuanto a la definición de comunidad universitaria quedará en el olvido rápidamente.

La defensa de la universidad requiere que superemos ese cisma. En este momento, el enemigo es la división. Es necesario que las consignas sean comunes, que toquen la parte sensible de cada quien. Eso es lo que no sucede en la convocatoria a la marcha de ayer. El eslogan abstracto de defensa a la universidad, cuando el problema más relevante de quienes hacen vida en ella, está en las carteras (o no está), y la situación ha logrado crear fortísimas divisiones, no es lo más inteligente.

Esperamos esas marchas, donde las pancartas más grandes digan: queremos mejores sueldos en la universidad.